Intranquila ha sido mi mente,
más que mi lengua estos días,
revolcandose entre ideas,
tratando de armarse en caídas,
porque los truenos y la lluvia
han rugido duro y sin sigilo,
dando tumbos a mi astucia
para no dejar quieto su ritmo,
dandole razones a la demencia
y moviendo el suelo establecido,
y ha sido el aire la creencia,
el aroma que me recuerda
la importancia de la paciencia
activa entre raices y cuerdas,
lo hermoso de yacer a sus espaldas
sin preocuparme cuan duro sea el suelo,
la promesa silenciosa en mi mano
de compartir el latir sonoro en mi pecho.
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