Tengo ya tiempo
de no escribir a mis demonios,
de tratar con ellos
despejar un poco el odio,
recuerdo de tardes
que antes pasaban sangrientas,
echado en la esquina mental,
observando y cautivando
los delirios del discurso sombrío,
disfrutando de poesías infernales,
couatoras también
de trastornos de enferma felicidad,
el pensar en dibujar
el diagrama de un cuerpo instantaneamente
sin tener que olvidar,
porque en su tiempo
era uno y maldito el latir del suelo,
en mis pies reposaba
mi único desconsuelo y compañero,
sola y desamparada yacía mi sonrisa...
sin ninguna señal de levantarse a gritar:
-eres tu la maldita-
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