Comienza,
el primer indicio fue solo supuesto,
la segunda pieza,
su danza, su cadera y su cuerpo,
spray rojo en manos asesinas
contra una pared en blanco,
una puñalada en la espalda desprevenida
que gimió lujuriosa a su tacto,
aunque fueron solo sus pestañas
las autoras de esta primera y profunda daga.
Ya tras un par de latidos...
ensangrentadas de sudor
piden sus heridas perder un poco de sigilo.
Ya la mirada va dejando las pupilas...
los colores se tornan de alguna forma
en calor y saliva.
Y es cuestión del tal vez no decoroso pasado
que la cama no sea un sustantivo futuro,
¿La razón de tal afirmación?
Estaba muy lejos de la puerta la maldita habitación,
la ropa no fue escudo contra las manos,
y las marcas del camino decían:
-¿Cuál es la necesidad del colchón?-
así, entre amenazas y mordidas
se va perdiendo la necesidad de ser dos,
hecho posterior anunciado en un himno
que solo llega susurrando a los oídos...
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