El Sol, La Luna,
espejos y faros guindando a destiempo,
elementos usualmente víctimas
de la mano de algún soñador
que los transforma en metáfora,
los hace todo menos celestiales,
adora y mortifica su existencia
con palabras que no encontraron boca,
pero están,
tatuadas en sitios donde no,
cráteres que no desean la prosa
y mucho menos el verso travieso
escapando el alma que no le toca.
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