Pues encarnará la noche
el discurso a la mitad,
no porque no haya terminado,
sino por no tener inicio,
el deseo de irrumpir la ceguera,
de no saber si el ojo apunta,
de no tentarse a que el ojo mienta,
por lo facil del discurso visual,
por sus bases sacadas de la luz,
de lo blanco y vacío del ver,
dejandole las raices en las ramas
y los frutos en los pies
al que fue aquella vez a recoger
lo que nunca él cosechaba.
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