a la Luna elegante,
y el Lobo no cese
el aullido a su amante,
que sus ojos no paren
de brillar el aguarde
y sus colmillos no pierdan
el sabor a esa sangre.
Podría perderse
la posibilidad e inconformidad
en los segundos voladizos
con que juego,
sería un diciembre frío
el cantor de la verdad,
que entre nubes
se despoja a la vista del cielo.
Cuenta la historia nocturna
el osado camino del bardo,
recitando directo a la Luna
tras crudos inviernos sin blanco,
mientras el bosque soñaba de rosas
invisibles sin recíproco tacto,
pasaron los ojos en posas
y un daga rompiendo el letargo.
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